El Ayuno en la Biblia


La Iglesia Ortodoxa propone al fiel muchos días y períodos de ayuno. En oriente, más que en occidente, se practica el ayuno como una expresión de fe y como un preparativo, sobre todo a la celebración de una gran fiesta cristiana. La gran Cuaresma es el período de ayuno por excelencia y muchas veces nos preguntamos qué sentido tiene someterse a un régimen de comidas cuando se trata de expresar la fe. En este artículo se presenta brevemente el sentido del ayuno en el Antiguo y el Nuevo Testamentos con el propósito de dar una interpretación bíblica a esta práctica cristiana ancestral y ver qué significado tiene para nosotros hoy.

El ayuno como anticipo de salvación

El Ayuno es la preparación adecuada a un gran evento de salvación. En las tres religiones de la revelación (Judaísmo, Cristianismo e Islam) encontramos la práctica del ayuno como un medio recomendado para alejarse de la rutina del mundo cotidiano y orientar los sentidos a Dios. Es por ello que el tiempo de ayuno es sobre todo un tiempo de oración y de recogimiento hacia Dios.
El Antiguo Testamento no es ajeno a este concepto. El mejor ejemplo lo encontramos en el libro del Éxodo donde se relata que Moisés ayunó 40 días durante su encuentro con el Señor en el monte Sinaí en el que recibió los 10 mandamientos:
“Moisés estuvo allí (en el monte Sinaí) con el Señor cuarenta días y cuarenta noches. No comió pan ni bebió agua. Y en las tablas escribió las palabras de la alianza: los diez mandamientos” (Ex 34:28).
Este texto bíblico nos enseña que la respuesta natural del hombre frente a la revelación y manifestación  de la divinidad es el abstenerse de los bienes de este mundo para subrayar que los bienes revelados por la divinidad son aún más importantes que aquellos que le dan vida. Más adelante dirá Jesús en esta misma línea de pensamiento que "no sólo de pan el hombre vivirá" (Mt 4:4 como respuesta a una de las tentaciones) y "procurad el Reino y todo lo demás os será dado por añadidura" (Mt 6:33).
En todo el A.T. escuchamos que reyes sacerdotes y profetas ayunaban y rezaban, es decir, se retiraban de la vida cotidiana, en los momentos cruciales de su vida en los que necesitaban la asistencia o el consejo de Dios (2 Sam 12:16; 1Re 21:27; 1Cro 10:12; Esd 8:21).
El mejor ejemplo de ayuno en el Nuevo Testamento lo da Jesús mismo quien se retira al desierto y ayuna 40 días en oración (en el Espíritu) antes de comenzar su vida pública:
“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.  Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre... Entonces el diablo le dejó, y he aquí que los ángeles vinieron y le servían. Y cuando Jesús oyó que Juan había sido encarcelado, regresó a Galilea” (Mt 4:1-2.11-12).
Al finalizar los 40 días es tentado por Satanás. Estas tentaciones sirven para confirmar que el ayuno y la oración de Jesús fueron verdaderos y que la obra de evangelización que va a realizar de allí en más es realmente según la voluntad de Dios. Su ayuno y su oración le sirven de preparación para la ardua tarea que tendrá de revelar las enseñanzas del Reino de Dios entre quienes finalmente los crucificarán por ello.

El ayuno como espera

Hasta ahora hemos visto que el ayuno acompaña los hechos de revelación divina. En el N.T. existe además otro concepto importante: El ayuno expresa la espera de la llegada del Reino. Es la actitud del fiel que espera su felicidad en la llegada del Señor. Tres de los cuatro Evangelios hablan al respecto en Mc 2:18-20; Lc 5:33-39 y Mt 6:16-18. A continuación cito el texto de Marcos:
“Los discípulos de Juan y los de los fariseos estaban ayunando. Entonces fueron y le preguntaron: -- ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: -- ¿Acaso pueden ayunar los que están de bodas mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar. Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces, en aquellos días, ayunarán.”

En este párrafo de Marcos y en sus paralelos en Lucas y Mateo se usa la imagen de la boda que servía en la antigüedad para presentar la idea de la salvación mesiánico-escatológica. Jesús es el novio que todos esperamos. La liturgia de la semana santa con sus oraciones del Novio el Domingo Lunes y Martes Santos recoge esta idea.
Y todos sabemos que la pascua es para nosotros "la fiesta de las fiestas" y "el sábado de los sábados" como dice el canon de san Juan Damasceno en las matutinas del Domingo de Pascua. ¿Por qué? Bien, pues porque, como dice San Pablo, “si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación; vana también es vuestra fe (1Cor 15:13-14). En ella recordamos que el Reino y la Salvación serán dados así como se dieron en primicia al Cristo de Dios que fue crucificado y resucitado. La pascua  es un anuncio de la irrupción del Reino en la tierra a través de la salvación dada a Cristo por Dios Padre. Y por ello nosotros la esperamos como quien espera la llegada del novio. Por ello la esperamos con oración y ayuno intensivo. Para recibir a aquél a quien Lucas lo llama " Autor de la vida" en Hch 3:15.

La práctica del ayuno

¿Pero en qué consiste la práctica correcta del ayuno de cuaresma según la Biblia? Esto es lo que vamos a tratar de comprender ahora.
En primer lugar cabe mencionar que en la Biblia no está escrito sistemáticamente qué es lo que se puede comer y que es lo que no. Tampoco se dice la cantidad de días y los horarios del ayuno de cuaresma. Estos aspectos varían de una Iglesia a otra e inclusive de un patriarcado a otro. Los detalles de cómo arreglar el régimen de comidas son algo posterior a los escritos bíblicos  y fue desarrollándose de acuerdo a los usos y costumbres de un determinado grupo de fieles. Es una herencia que nuestros antepasados nos dejaron para practicar correctamente el ayuno.
Lo que sí nos dice la Biblia es la actitud que el fiel debe tener en los tiempos de ayuno y qué prácticas deben acompañar al régimen de comidas. El párrafo más claro al respecto lo encontramos en el Sermón de la Montaña de Mateo. Allí encontramos que Jesús recomienda observar el ayuno en combinación con la oración y con la limosna. A esto él le llama hacer justicia  en Mt 6:1. El texto de Mateo 6:1-18 es esencial para comprender la actitud del fiel durante el ayuno y por eso recomiendo leerlo y cito a continuación las partes más importantes:
1Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos. De lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos… 16Cuando ayunéis, no os hagáis los decaídos, como los hipócritas, que descuidan su apariencia para mostrar a los hombres que ayunan. De cierto os digo que ya tienen su recompensa. 17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lávate la cara, 18 de modo que no muestres a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto. Y tu Padre que ve en secreto te recompensará.” (Mateo 6:1.16-18)
Se entiende de este párrafo que el ayuno ha de ser observado con total discreción, como una ofrenda de cada persona a su Padre celestial. No hay que andar anunciando que uno lo lo practica. Si no, no es un ayuno que se ofrece a Dios  y por los tanto, pierde su valor de ofrenda ante el Señor. No es que el ayuno sea un esfuerzo que Dios obliga al hombre a hacerlo. Ni tampoco que Dios se ve obligado a aceptarlo si el hombre ayuna con esa intención. El ayuno es una actitud de amor en el que el hombre expresa sus ansias por encontrarse con el Padre y el Padre responderá a este deseo profundo si este deseo es verdadero. Por ello la oración ha de acompañar el ayuno y, según  Mateo, la oración ideal es la del Padrenuestro (Mt 6:9-13). Una oración que confiesa la relación íntima que existe entre Dios y el hombre.
Puesto que el ayuno es una expresión de amor a Dios, la persona que ayuna siente la necesidad de compartir y expresar su amor hacia toda la creación de Dios y especialmente hacia aquellos que sufren necesidad. Quien ayuna comparte lo que puede con los hijos de Dios Padre, con sus hermanos. Lo hace por amor al Padre, y no para obligar al Padre a que le dé su recompensa. Mateo menciona aquí la recompensa porque hay muchos que dan para tener como recompensa el reconocimiento de los hombres. No es esta la actitud correcta del cristiano. El cristiano da porque su Padre es generoso (Él viste a los lirios del campo y da comida a los pájaros; Mt 6:28ss) y porque quiere imitar esta generosidad. Los actos de justicia son el fruto que brota de la relación entre el Padre y sus hijos adoptivos gracias al Hijo Único que revela la voluntad del Padre
Así podemos afirmar finalmente que el ayuno no consiste solamente en observar reglas sin sentido. El ayuno no es un período rigurosamente impuesto por la "Iglesia" para mortificar a sus fieles, sino que al contrario es un período que los fieles eligieron para expresar su amor a Dios y para expresar su esperanza y su espera de la próxima llegada del Reino anunciada en la fiesta de las fiestas que es la Pascua. La palabra correctora de los profetas nos orienta en este sentido (Leer Zac 7:1-12 e Is 58:1-11).

Conclusión

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La mejor manera de expresar nuestro ayuno y nuestro amor al prójimo es compartiendo lo que tengamos, sobre todo con el necesitado. Porque de esta manera hacemos palpable la salvación de Dios que esta fiesta trae no sólo para nosotros sino también para todos los que nos rodean.
El que ayuna es como un atleta que se despoja de todo tipo de ropas que le impidan el movimiento para volverse más ágil y poder llegar primero a la meta. Los alimentos, además, representan en general este mundo, del que el hombre depende y del que puede disfrutar pero en cuyas redes puede también caer sin una práctica de renuncia. Por ello debe acompañar al ayuno el distanciamiento del ritmo y del estilo de vida cotidiano a fin de ganar una cierta libertad de servicio al prójimo y de oración ante Dios. El ayuno es entonces una ayuda complementaria de la santificación con un valor funcional expresado hacia Dios y el prójimo, pero nunca un medio de autoencumbramiento.

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