La Presentación del Señor al Templo

Intoducción

La fiesta de la presentación del Señor al templo se celebra el 2 de febrero en las iglesias ortodoxas de calendario gregoriano y el 14 de febrero en las iglesias ortodoxas de calendario antiguo (la iglesia rusa, por ejemplo). Siguiendo la narrativa de san Lucas, “cuando se cumplieron los días de la purificación” (Lc 2:22), la fiesta se celebra 40 días después del nacimiento de Jesús.
                En la tradición de la Iglesia Ortodoxa existe una magnífica gama de representaciones iconográficas de esta celebración, la cual está basada principalmente en el relato de Lucas 2:22-38. Es por ello que en este artículo voy a explicar la relación directa que el ícono tiene con este pasaje del Evangelio. La imagen que he escogido para la interpretación es la de Andrei Rubliev (s. XV). Me ha atraído su armonía de colores pasteles y la intensidad de la presencia de sus personajes. En todo caso no difiere en mucho a las representaciones del arte bizantinas.
                Puesto que el ícono refleja directamente un único pasaje del Nuevo Testamento, antes de comenzar con la explicación les propongo su lectura. Cabe remarcar desde el inicio que la oración de Simeón el Anciano, tal como se la conoce en la tradición ortodoxa, forma parte del servicio diario de las vespertinas (“Ahora despides a tu siervo…”, Lc 2:29-32) y es repetida con fervor por todos los creyentes. También la Iglesia Romana incluye esta oración conocida en latín como el nunc dimittis pero lo hace en el servicio de las Completas (la oración de la noche).

El texto (Lc 2:22-38)

22Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos conforme a la Ley de Moisés, lo trajeron a Jerusalén para presentarlo al Señor 23 - como está escrito en la Ley del Señor: "Todo varón que abra la matriz será llamado santo al Señor" -, 24y para ofrecer conforme a lo que se dice en la Ley del Señor: "Un par de tórtolas o dos palominos". 25Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. 26Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Ungido del Señor. 27Movido por el Espíritu, vino al Templo. Cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al Templo para hacer por él conforme al rito de la Ley, 28él lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios, diciendo:
29"Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra, 30porque han visto mis ojos tu salvación, 31 la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; 32luz para revelación a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel."
33José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. 34Los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: “Éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha 35y una espada traspasará tu misma alma, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
36Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada. Había vivido con su marido siete años desde su virginidad, 37y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del Templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. 38Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.

Interpretación

El episodio evangélico que acabamos de citar se convierte desde los primeros siglos en una celebración litúrgica. El primer testimonio escrito de la misma lo rescatamos de la famosa peregrina española Egeria quien, en su viaje a Palestina por el año 384 anota cuidadosamente los detalles de esta fiesta posterior a la Epifanía. Durante la fiesta se conmemoraba solemnemente el hecho evangélico que era comentado por el obispo y sus sacerdotes durante la prédica.
La fiesta se llama en griego Hypapante, en ruso Sretenie y en árabe Dujul. Los términos griego y ruso quieren decir sobre todo encuentro, en el sentido del encuentro de María llevando a Jesús con el anciano Simeón y la profetisa Ana. El árabe ha preferido el significado de entrada o presentación en el sentido del ritual de presentación del primogénito al Templo.

Los personajes
La figura central del ícono es como tantas veces, Jesucristo. De cada lado se encuentran dos personajes. Del lado izquierdo la Virgen María seguida de José y del lado derecho Simeón con la profetisa Ana. De esta manera consigue Rubliev un equilibro en la distribución de los personajes y otorga la centralidad a Cristo. Las personas más cercanas a Cristo son las más relevantes en la acción de la escena. Efectivamente tanto en el ícono, como en la narración lucana, son el Anciano Simeón y la Virgen María quienes reciben la atención del lector.
María está representada con su manto de púrpura, cuyo color simboliza el martirio y el sufrimiento que tendrá como madre del Salvador. El texto tematiza justamente este sufrimiento con el anuncio de Simeón “una espada traspasará tu misma alma” (v. 35). Las manos cubiertas de María, Simeón y José resaltan la santidad y la solemnidad del momento de la ofrenda. La inclinación de la Virgen destaca su carácter de oferente y hasta se puede ver en ella un cierto porte sacerdotal. José por detrás va llevando en sus manos la ofrenda de las dos tórtolas o palomas (v. 24) que era la ofrenda de los pobres de Israel. Lev 12:8 dice literalmente: “Y si no tiene lo suficiente para un cordero, tomará entonces dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y otro para expiación. El sacerdote hará expiación por ella, y quedará limpia.” En el Evangelio de Lucas, Jesús ha venido a rescatar a los pobres y por ello nace humildemente en un pesebre y es presentado al Templo con la ofrenda de los pobres. En algunos íconos las aves pueden estar representadas dentro de una jaula.
Simeón es el otro personaje central de la escena y por ello su proximidad a Cristo. El contacto visual expresan la importancia de este momento para Simeón que está esperando la llegada del Mesías, según se lo prometió el Espíritu (v. 26)  De acuerdo a la narración lucana, Simeón aparece siempre representado como un anciano venerable que tiene proximidad y probablemente acceso al altar con templete de la oblación. Se le pinta subido en una tarima que le otorga el rol del sacerdote que recibe la ofrenda del creyente. Como en muchos íconos, el encorvado de su cuerpo revela su entrada edad.  Esta idea resalta la larga espera del pueblo del Antiguo Testamento para que se cumpliese la llegada del Mesías. En este momento pareciese absorber con sus ojos la Luz de Cristo que tanto celebra en su oración: “han visto mis ojos tu salvación…luz para revelación a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel” (vv. 30.32).
La profetisa Ana aparece en este caso detrás del anciano Simeón. En algunos íconos la podemos ver como compañía de José y María, detrás de José. Suele portar una túnica oscura para indicar su viudez y puede llevar un rollo con largo escrito en sus manos, para indicar que era profetisa, tal cual lo afirma Lucas en el v. 36. En el caso de nuestro ícono Ana señala con la mano derecha al Salvador, mientras que en su mano izquierda lleva el rollo cerrado de sus profecías. Rubliev le ha dado una túnica en color verde que no destaca tanto su estado de viudez como su esperanza cumplida con la llegada del Salvador. Es ella también la que más claramente tiene desdibujada una sonrisa en sus labios.
Castellano Cervera hace muy bien en anotar que en este ícono está también presente un personaje secreto: El Espíritu Santo (p. 77). Este personaje es fundamental en los dos libros de San Lucas (el Evangelio y Hechos) y está muy presente en la narración de la presentación. El Espíritu es quien ha facilitado el encuentro de todos y es quien ha revelado la promesa a Simeón y las profecías de Ana.

El espacio

La escena se realiza en un recinto sagrado con un altar cubierto por un templete. Este altar es el de la oblación frente al “Santo de los santos” en el antiguo templo de Jerusalén.  Detrás del templo aparecen otros edificios ornamentados que simbolizan la ciudad de Jerusalén y el telón de púrpura que los cubre y los une representa la unión de los dos Testamento y la providencia divina.

Conclusión

La fiesta de la presentación del Señor al Templo revela un misterio importante en el plan divino de salvación. Destaca ese momento de transición entre el pueblo de la Ley y el pueblo de la Gracia. Jesús obedece mansamente a las prescripciones de la Ley y las cumple a fin de anunciar que el Reino está por venir y que la salvación prometida por Dios no se limita a un solo pueblo o a una sola raza sino que se expande como la luz sobre toda la tierra y todas las naciones.

Bibliografía

Castellano Cervera, J. Oración ante los iconos: los misterios de Cristo en el año litúrgico. Centre de Pastoral Litúrgica: Barcelona, 1999, 77-80.
Íconos de las festividades: La presentación.
La presentación de Jesús en el templo. La Candelaria.
Fitzmyer, J.A. El Evangelio según Lucas II. Traducción y comentarios capítulos 1-8,21. Madrid: Cristiandad, 1987, 240-67.

Comentarios

  1. Gracias por explicarnos de una manera tan clara y concisa una de las páginas mas sublimes de la historia de la salvación. Esperamos sus próximas publicaciones con mucho interés.

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  2. Muchas gracias, Miguel, por tu comentario tan alentador. Espero que este blog siga brindado artículos útiles para la feligresía ortodoxa de habla castellana.

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  3. Dios le bendgida
    me pobria desir si en la precentacion de Jesus en el temblo ,Maria y Jose tubieron testigos
    para Jesus, como lo tenemos haroa
    lisa.orengo@yahoo,com gracias

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