El ícono de la Epifanía y sus orígenes bíblicos

Introducción

El ícono de la epifanía representa particularmente el momento en que Jesucristo inicia su vida pública a través del bautismo de san Juan en el rio Jordán. Su texto bíblico de referencia se encuentra en Mateo 3:13-17 con sus respectivos paralelos en Mc 1: 9-11, Lc 3: 21-22 y Jn 1:32-34:
13 Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, donde estaba Juan, para ser bautizado por él.  14 Pero Juan se le oponía, diciendo: -Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú acudes a mí?  15 Jesús le respondió: -Permítelo ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces se lo permitió.  16 Y Jesús, después que fue bautizado, subió enseguida del agua, y en ese momento los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre él.  17 Y se oyó una voz de los cielos que decía: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia".
El prototipo de ícono que hemos escogido para su explicación es la imagen de la Epifanía de Novgorod de fines del s. XV y principios del s. XVI. Sus elementos son comunes a sus similares griegos y se registran desde el s. IX.
Vamos a proceder a explicar cada una de las personas y los símbolos representados y a dar aquellos fundamentos bíblicos que reflejan la riqueza de contenido que tiene esta imagen.

Jesucristo

El centro lógico y predominante del icono es la figura de Cristo. Hay tres formas de representar la inmersión de Cristo: una con agua hasta la cintura, otra hasta los hombros y otra donde Cristo parece reposar dentro del agua. Nuestro ícono pertenece a la tercera representación. El río que está pintado de negro representa una caverna llena de agua, simbolizando así el Hades y la muerte. Cristo ha venido para rescatar al hombre del poder de la muerte, venciéndola con su obra y su poder.
Cristo es representado desnudo, porque se ha vestido con la desnudez adánica y así da a la humanidad su vestido paradisíaco de gloria. Cristo está desnudo porque representa al hombre que renace: es el hombre nuevo  que ha vuelto a nacer de Dios, tal como Cristo lo expresó en el dialogo con Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.” (Jn 3:3).
Cristo, el Segundo Adán,  está desnudo porque no tiene pecado. El primer Adán sólo se dio cuenta de su desnudez cuando pecó. Cristo es el nuevo Adán. Adán es el hombre creado a imagen y semejanza de Dios que ha de dominar sobre todos los animales, pero al pecar, Dios decide salvar la humanidad convirtiéndose en hijo de Adán, hijo del Hombre, asumiendo voluntariamente la naturaleza humana para renovarla, para que vuelva a ser la de la primera creación.
Para representar su iniciativa y su diligencia por realizar la voluntad del Padre, está representado en el acto de caminar. Él se mueve libremente hacia Juan expresando así su determinación en comenzar la obra de salvación.

La voz celestial

En el icono también encontramos la imagen simbólica de la paloma, que representa al Espíritu Santo, y la nube de la que ha salido la voz de Dios Padre.
El Bautismo es la manifestación de las tres personas en su testimonio unánime.
Jesús se consagra conscientemente a su misión terrestre, se somete enteramente a la voluntad del Padre y el Padre le responde enviando sobre él el Espíritu Santo. Esto se escucha muy a menudo en los servicios litúrgicos de la Epifanía, tales como en este himno de la hora real tercia en tono IV:
“Trinidad, Dios nuestro, hoy te has aparecido indivisible. Pues el Padre ha dado claro testimonio del Hijo, el Espíritu en forma de paloma ha bajado del cielo, el Hijo ha agachado su cabeza temeroso ante el Precursor y habiendo sido bautizado ha rescatado a la humanidad de la esclavitud cual amigo de los hombres”.
El rayo simboliza la complacencia del Padre. A veces este rayo lleva una luneta donde aparece una paloma: es el Espíritu Santo que procede del Padre y que, junto al Padre y al Hijo, es adorado y glorificado.
En el rayo que baja del cielo aparece la paloma del Espíritu Santo, mientras el cielo se abre y la voz del Padre lo llena todo, simbolizado por el esquema del semicírculo o cielo abierto con los rayos dorados de luz, atributo del Espíritu Santo que iluminan la Paloma. El descenso del Espíritu Santo en forma de Paloma, traduce el movimiento del Padre que va hacia el Hijo y hace referencia analógica al diluvio y la paloma con el ramo de olivo signo de la paz (Gn 8:8-12).

La apertura de los cielos es un motivo netamente apocalíptico. Es un signo de la intervención de Dios y de que el fin de los tiempos ha llegado. En tiempos de Jesús los judíos creían que Esdras fue el último profeta de Israel y que después de que Esdras escribió y compiló toda la Torá (la Ley del Antiguo Testamento), los cielos se cerraron (ver 4Esdras 12 y 14). Los relatos evangélicos de la Epifanía dicen que con Jesús los cielos se vuelven a abrir para dar la revelación divina de salvación para los judíos y todas las naciones del mundo. La voz del cielo en realidad dice una cita bíblica compuesta por un versículo de los salmos (Sal 2:7) y otro de Isaías (Is 42:1)

Sal 2:7
“…Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy.”
Isaías 42:1
“…en quien mi alma se complace”

Esta cita combinada del himno del Siervo del Señor con un salmo mesiánico (un salmo para la coronación del rey) es muy particular y sólo los cristianos han sido capaces de combinar tales textos tan diferentes de sí. De esta manera dicen que el siervo sufriente, ese que por ser fiel a la palabra de Dios todo lo soporta, ese mismo es el rey glorioso que va a hacer frente a todo el mal que domina el mundo y va poder vencer ese mal. Es una expresión de fe que anuncia ambas cosas: la pasión y la gloria de Jesucristo.

El Bautista

Juan Baptista se encuentra en la orilla izquierda del río Jordán y es quien ejecuta el acto del bautizar, poniendo la mano derecha sobre la cabeza de Jesucristo.
La mano izquierda de Juan esta levantada hacia el cielo y su mirada también, tratando de evitar la tremenda tarea de bautizar al Hijo de Dios, pero Jesús le responde: “Permítelo ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia.” (Mt 3, 15). Aquí Jesucristo anticipa las últimas palabras  que resonarán en el huerto de Getsemaní: “Padre mío,… hágase tu voluntad” (Mt 26:42).
Juan va vestido de pieles en figura del hombre viejo, de aquél Adán que Cristo ha venido a rescatar. El hombre revestido de pecado, es despojado y regenerado: su lugar es tomado  por el hombre nuevo el Nuevo Adán, por el Hombre-Dios, a menudo se le puede confundir por ignorancia, pero él es el Hijo de Dios.
Juan, como los ángeles se inclinan sobre Jesucristo en señal de adoración, al mismo tiempo lo señala como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1:29)y que en esta representación del sepulcro que es el agua del Jordán alcanza total significado porque a través de su muerte en la cruz, resucitará y salvará al mundo del pecado y la muerte.

El Río Jordán

A los pies de Jesucristo se pueden distinguir en el agua dos pequeñas figuras. La masculina simboliza el río Jordán, la femenina el mar. Estas figuras tienen su procedencia en el Salmo 114,3: "El mar lo vio, y huyó; el Jordán se volvió atrás." Este hecho, en las primeras y más antiguas representaciones del Bautismo, ha sido descrito de forma tradicional y habitual por la antigüedad: el mar y el río se dibujaban como pequeñas figuras antropomórficas. Su "huida" y el "retroceder" se convirtieron más bien en gestos de señalar la figura principal con una cierta devoción.
A veces, junto a estas pequeñas figuras también se representa la serpiente, que corresponde al Salmo 74:13 "quebraste las cabezas de los monstruos en las aguas".
Tal como dijimos anteriormente el río Jordán está representado como una gruta llena de agua en la que Jesús se sumerge. El elemento de la gruta es simbólico y nos remite a otros iconos donde la gruta significa la bajada, la humillación y kénosis del Verbo: la gruta de Belén y el sepulcro de Cristo. Los infiernos iluminados por la presencia del Resucitado tienen relación con esta gruta-río donde Jesús recibe el Bautismo.

Los ángeles

En la ribera derecha del río se encuentran los ángeles cuyo número puede variar entre tres y cuatro. Las figuras de los ángeles "construyen", por así decirlo, los peldaños de las escaleras, que se levantan de la tierra hacia el cielo.
Los ángeles, representados en las imágenes del Bautismo de Jesucristo, personifican a los padrinos, cuya tarea es acoger a los bautizados, cuando salen del agua. Sus manos cubiertas simbolizan e ilustran las palabras de san Pablo: “Vosotros que habéis sido bautizados en Cristo, os habéis vestido de Cristo” (Gal 3,27).



La naturaleza

Todos los íconos representan de una manera u otra, algunos elementos propios de la naturaleza para afirmar que los misterios de la salvación se realizan en medio de la creación convirtiéndola en receptora y testigo de los hechos.
Según la forma clásica de los íconos, el panorama presenta un fondo de montañas pedregosas, ligeramente iluminadas con un color marfil que se abren para encuadrar el río Jordán y ofrecen en suave inclinación de planos las orillas del río a los presonajes que se sitúan a la derecha e izquierda de Jesús.
Con la presencia de los tres elementos básicos de la naturaleza: cielo, tierra y agua se hace una evocación directa al Génesis y al principio de la creación. En esta evocación la paloma del Espíritu tiene una función especial. Representa ese Espíritu que aleteaba sobre las aguas (Gen 1:2). Es una imagen de la fecundidad con la que toda la creación recibe la vida y la capacidad de transmitirla por la fuerza del Espíritu creador. El cielo, la fuerza sobrenatural que viene de lo alto, se abre sobre la tierra, se vuelca sobre las aguas, para fecundarlas y bendecirlas.

Conclusión

                El ícono del Bautismo es sin lugar a dudas un importante elemento en la tradición de la Iglesia Ortodoxa. Sus raíces evangélicas son indiscutibles y su mensaje revela la identidad de Cristo como Hijo de Dios y como Salvador del mundo. Una lectura detenida de este ícono hace entender al orante el misterio de la encarnación e invita a la proclamación de este misterio a todos aquellos que lo quieran escuchar.

Bibliografía

Castellano Cervera, J. Oración ante los iconos: los misterios de Cristo en el año litúrgico. Centre de Pastoral Litúrgica: Barcelona, 1999.
Íconos de las festividades: El Bautismo. En: http://www.orthodoxworld.ru/es/prazdicony/4/index.htm
La Epifanía y Teofanía del Señor o Fiesta de las luces.  Bautismo del Señor en Occidente. En: http://www.mercaba.org/Iconos/Meditacion/Bautismo/bautismo_o_epifania.htm

Comentarios

  1. Muchas gracias por publicar este trabajo sobre la Teofanía.Es difícil encontrar en internet textos en nuestro idioma tan claros como el suyo. Lo felicito y le ruego que siga adelante con su magnífica obra. Saludos cordiales.

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  2. Muchas gracias, Miguel, por dejar este comentario. Te agradezco tu interés por el tema y espero poder seguir escribiendo artículos semejantes.

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